¿Existe la fractura por estrés? Guía práctica para reconocerla y prevenirla

¿Existe la fractura por estrés y cómo saber si es lo que te duele cuando corres o caminas mucho?

Qué es la fractura por estrés y por qué ocurre

La fractura por estrés es una fisura pequeña en el hueso que surge por sobrecarga repetida, no por un golpe único. Suele aparecer en huesos que soportan peso, como tibia, metatarsianos y el fémur.

Piensa en un clip de metal: doblado una vez no se rompe, doblado muchas veces sí. Ese mismo principio aplica en el hueso cuando la carga supera la capacidad de reparación del cuerpo.

Síntomas claros y un ejemplo cotidiano para identificarlos

El dolor suele ser localizado y empeora con la actividad, mejorando con el reposo. No siempre hay hinchazón visible; a veces la molestia es sorda al principio y se intensifica gradualmente.

Ejemplo práctico: si al correr 20 minutos no tienes dolor pero al aumentar a 40 minutos notas una molestia aguda en el empeine que desaparece con descanso en 24–48 horas, podría ser la etapa inicial de una fractura por estrés. Registra duración, intensidad y localización para informar al profesional de salud.

Cómo se diagnostica y qué pedir en la consulta

El diagnóstico comienza con la historia clínica y la exploración física. Las radiografías pueden no mostrar la lesión en fases tempranas; una resonancia magnética (RM) o una gammagrafía ósea identifican cambios antes.

Consejo práctico: pide una RM si el dolor persiste más de dos semanas con reposo relativo. Lleva un diario de actividad y calzado para que el profesional evalúe factores contribuyentes.

Estrategias de prevención aplicables hoy mismo

Reducir riesgo implica ajustar carga, mejorar técnica y optimizar recuperación. Tres acciones concretas: disminuir el volumen de entrenamiento gradualmente, alternar sesiones de impacto con natación o ciclismo, y priorizar sueño y nutrición.

Ejemplo cotidiano: si aumentas kilómetros semanales, no subas más del 10% por semana y añade una sesión de fuerza para piernas (sentadillas sin peso o con resistencia ligera, 2 veces/semana) para mejorar la resistencia ósea.

Tratamiento práctico y tiempos de recuperación

El tratamiento básico incluye reposo relativo, modificación de la actividad, fisioterapia y calzado adecuado. En fracturas de riesgo (por ejemplo en el cuello femoral) puede ser necesaria cirugía.

Consejo específico: durante la fase aguda, usa hielo 15 minutos tras actividades que generen molestias, aplica ejercicios isométricos prescritos por fisioterapeuta y evita el impacto hasta que el profesional lo autorice; la mayoría de lesiones de bajo riesgo mejora en 6–8 semanas con manejo adecuado.

Factores de riesgo poco conocidos que conviene revisar

La densidad ósea baja, déficits de calcio o vitamina D, ciclos menstruales irregulares en mujeres y calzado inadecuado aumentan la probabilidad. También influye la superficie donde entrenas: asfalto duro incrementa la carga repetitiva.

Acción práctica: solicita una densitometría si tienes historial de fracturas o pérdida de masa ósea y corrige déficit de vitamina D con prescripción médica. Cambia temporalmente a superficies más blandas y revisa plantillas si notas distribución del impacto desigual.

Recursos y señales para volver a la actividad

Vuelve de forma gradual: primero actividades sin impacto, luego cargas controladas y, finalmente, retorno al deporte con incremento progresivo del volumen. Si el dolor reaparece, retrocede un paso.

Si necesitas información médica fiable, consulta guías clínicas o fuentes reconocidas como la página de la Mayo Clinic o el servicio de salud local. Ante dolor persistente, busca evaluación profesional para evitar complicaciones.

Identificar y actuar temprano ante una fractura por estrés mejora pronóstico y acelera la recuperación: registra tu dolor, ajusta la carga de entrenamiento y consulta si la molestia no cede en días. Pequeños cambios diarios pueden prevenir una lesión que te aleje semanas del ejercicio.

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